Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1887 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 24 de febrero de 1887
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Romero Robledo
Número y páginas del Diario de Sesiones: 30, 757-760
Tema: Prohibición por el gobernador de Madrid de la representación de la comedia titulada La piedad de una Reina

Ya no faltaba más al partido liberal: hace un mes que se ha hecho liberal el Sr. Navarro y Rodrigo? (Grandes risas. Pausa). Por lo visto, señores, esta tarde, aquí todo es comedia. Hace un mes, digo, que el Sr. Romero Robledo se ha hecho liberal, y ya niega el liberalismo al partido liberal. (El Sr. Romero Robledo: Yo he sido liberal toda la vida). Liberal-conservador. (El Sr. Romero Robledo: Liberal con S.S.). Hace ya mucho tiempo: S.S. ha dado tales saltos y ha hecho tantas evoluciones, que ya me olvidaba de cuando S.S. estuvo conmigo. (Interrupción del Sr. Romero Robledo, que no se percibe). Yo estoy en el mismo puesto en que estaba; lo que hay es que, andando los tiempos, el Sr. Romero Robledo se fue, y volvió a pasar por mi puerta, y todavía le pareció poco el quedarse a mi lado, hasta el extremo de que ni siquiera me saludó, y se fue mucho más allá.

Pero, en fin, sea de esto lo que quiera, el Sr. Romero Robledo ha hecho un discurso singular, que yo puedo considerar dividido en tres partes: primera, aquella que tiene por objeto meter cizaña en nuestro campo; segunda, la defensa del derecho del Círculo artístico literario; y tercera, lectura del drama del Sr. Zapata.

De manera, que el drama de esta tarde tiene tres actos. El primero no es ya el apoyo de una proposición incidental, sino una travesura parlamentaria de [757] S.S. El Sr. Romero Robledo ha oído decir que a consecuencia del debate de la otra tarde, algunos amigos del Gobierno habían manifestado diferente apreciación que éste en el asunto de que se trata, y S.S. se ha dicho: pues voy a levantarme para ver si me aprovecho de esas diferencias y provoco una escisión en la mayoría. Se ha olvidado el Sr. Romero Robledo al pensar esto, de que si él tiene sentido político, cada uno de los individuos de la mayoría tiene tanto sentido político como él; y de que desde el momento en que vieran los Diputados de la mayoría, si acaso fuese exacto que han diferido en apreciación del Gobierno, que de esas diferencias se quería sacar partido en daño del partido liberal, habrían de decirse: "acabaron las diferencias de apreciación, y todos en la mayoría nos levantaremos como un solo hombre enfrente del Sr. Romero Robledo". (Bien).

Pero ¡cosa extraña! Viene a aprovecharse de la distinta apreciación que hayan podido tener los amigos del Gobierno, él, que tuvo distinta opinión el otro día de la que tiene hoy, porque ya que S.S. viene a hacerse eco de lo que se dice por los pasillos y por los salones de conferencias, bueno es también que yo me haga eco de lo que de S.S. se decía. Su señoría no tomó parte la otra tarde en la discusión, porque creía que el Gobierno había hecho bien, y porque estaba, por tanto, conforme con el Gobierno. (El Sr. Romero Robledo: ¿Quién le ha dicho eso a S.S.?). Los mismos amigos nuestros de que S.S. habla. De suerte que ya tampoco habrá diferencias de apreciación en la mayoría, porque del mismo modo que ocurren y desaparecen unas diferencias, se presentan y se desvanecen otras. Y por consiguiente, S.S. ha perdido de un modo lastimoso el tiempo en esa primera parte de su discurso. Todos los individuos de la mayoría cree, y mucho más desde que S.S. ha hablado, que el Gobierno ha hecho perfectamente, que ha estado en su derecho, y que ni ha podido ni debido hacer otra cosa. (Aprobación).

¡Y, cosa singular, Sres. Diputados! Meter tanto ruido y hacer una cuestión tan grande, ¿de qué y por qué? Porque el Gobierno español no permite que en España se haga lo que no se ha hecho jamás en ninguna parte, ni bajo ningún régimen, que es, permitir que a las tablas del escenario de un teatro salgan los Jefes del Estado en ejercicio y en asuntos de actualidad palpitante, cuyas consecuencias estamos todavía tocando. ¿Dónde se ha visto esto? ¿Bajo qué régimen? ¿En qué país? Nunca, ni en ningún país, ni bajo ningún régimen se ha hecho semejante cosa; y si se hubiera hecho, se habría hecho mal.

Yo afirmo que nunca a un Jefe del Estado vivo se le ha llevado al escenario; los autores dramáticos han llevado a la escena la historia, con personajes que fueron; nunca llevaron al escenario la historia con actos de actualidad y con personalidades que aún viven. Y yo declaro después de esto, que para que con un acto del Gobierno como éste se haga ruido, para que sobre aquél haya cuestión, es necesario que estemos en España y que haya caracteres tan singulares como el carácter del Sr. Romero Robledo; porque hasta el mismo Sr. Azcárate no admitió jamás que lo que en el drama en cuestión se pretende, pudiera hacerse en el teatro, y llevando más allá de los límites naturales y de lo que las leyes permiten el sistema represivo, dijo creía que debió haberse permitido la primera representación, suspendiéndola en el momento oportuno. (El Sr. Azcárate pide la palabra). El Sr. Azcárate, más franco que el Sr. Romero Robledo, confesaba que lo que se llevaba al escenario del teatro era a la Reina Regente y al Rey niño. Y jamás en ninguna parte se ha consentido esto; es más, en ninguna parte se ha visto la autoridad en la precisión de prohibirlo, porque en todas partes ha habido bastante sentido común como para no presentarlo; y si en otro país, como en Francia, hace poco tiempo se prohibió la representación de un drama, no fue por esta causa; fue por otras, porque allí no conozco ningún autor que se haya atrevido a llevar al escenario al Jefe de la República. Y no se diga que es para enaltecerle, porque al teatro no se debe llevar al Jefe del Estado ni aun para enaltecerle. Eso es sumamente peligroso, y porque es peligroso no se ha hecho en ningún pueblo. ¿Qué extraño es, por consiguiente, que no queramos permitir en España lo que en ningún otro país ni en ninguna ocasión se ha permitido?

Pero es, dice el Sr. Romero Robledo, que el Gobierno ha faltado a la ley impidiéndolo. Desde el momento que el Gobierno tenía noticia cierta del drama, y la tuvo desde el instante en que el mismo empresario remitió un ejemplar del drama al gobernador de la provincia, porque de esa otra historia que S.S. ha contado yo nada tengo que decir, porque parece un cuento que a S.S. le han referido? (El Sr. Romero Robledo: Yo creo, por el contrario, que el cuento es lo que refiere S.S.). Lo que yo digo es oficial, y el Gobierno no puede referir cuento ninguno. ¿Es o no verdad que el drama se remitió al Gobierno de la provincia por cuarenta y ocho horas antes? ¿Es esto exacto? Esto no puede negarse y esto es oficial. (El Sr. Romero Robledo: No se prohibió por eso, sino por los carteles). Eso es inexacto, porque voy a decir a S.S. la verdad de lo que pasó.

(Llamada al orden por parte del Sr. Presidente. El Presidente del Consejo de Ministros continúa con su discurso).

El Gobierno tuvo noticia de que iba a representarse un drama en el cual salía el Jefe del Estado en ejercicio, sin más diferencia que el distinto nombre y la suposición de otra nacionalidad y época diversa. El gobernador consultó al Gobierno cuando tuvo conocimiento oficial del drama, y el Gobierno le dijo que, dentro de las leyes, viera cómo podía impedir que tal representación tuviera lugar, y el gobernador, en vista de esta resolución y dentro de las leyes, lo hizo; porque ha de saber el Sr. Romero Robledo que, no sólo sabía el Gobierno a ciencia cierta que salían al Reina Regente y el Rey niño a las tablas del escenario de un teatro, sino que, además, supo, porque llegó a noticia de la autoridad, que aquella noche se esperaba un gran conflicto y una colisión entre los espectadores, hasta el punto de que aquí mismo y en los cafés y en todas partes, se advertía a los que pensaban ir a ver la función que no llevaran a sus familias por lo que pudiera ocurrir en el teatro. Y cuando el Gobierno sabía esto; cuando tenía conocimiento del conflicto que se preparaba en el teatro de la Comedia, y todo lo sabía oficialmente por el ejemplar del drama y por las denuncias que se le hicieron, ¿qué había de hacer? Si conocía el delito, [758] y sobre todo, que el conflicto se anunciaba al empezar la función, ¿qué había de hacer más que apelar a la facultad extraordinaria que le concede la ley provincial, facultad que S.S. no ha negado, sino que dice que está en contradicción con la Constitución del Estado? ¿Es eso lo que dice S.S.? (El Sr. Romero Robledo hace signos afirmativos). Pues le voy a demostrar que está en armonía con la Constitución del Estado; y si demuestro que esa facultad está en armonía con la Constitución del Estado, S.S. no podrá negar que el Gobierno ha obrado dentro de la ley.

Pues bien; el art. 25 de la ley provincial da al Gobierno autoridad para suspender una función por cuestión de orden público o por otras consideraciones. (El Sr. Romero Robledo: Por lo que le dé la gana). ¿Por lo que le dé la gana? Pues tanto mejor. Pues si el gobernador está facultado para suspender la función por lo que le dé la gana, la suspendió por motivo de entender que no podía permitirse que salieran a escena los Jefes del Estado, y esto es algo muy distinto. Pero S.S. dice: eso está en contradicción con el art. 13 de la Constitución del Estado, que dice así:

"Art. 13. Todo español tiene derecho de emitir libremente sus ideas y opiniones, ya de palabra, ya por escrito, valiéndose de la imprenta o de otro procedimiento semejante, sin sujeción a la previa censura". ¿Negará nadie esto?

Pero oiga S.S. otro artículo:

"Art. 14. Las leyes dictarán las reglas oportunas para asegurar a los españoles en el respeto recíproco de los derechos que este título les reconoce, sin menoscabo de los derechos de la Nación ni de los atributos esenciales del poder público".

Y como resulta que era con menosprecio de los atributos esenciales del poder público la representación del drama del Sr. Zapata, el Gobierno estuvo perfectamente, no sólo dentro de la ley, sino dentro de la Constitución. (Aprobación).

Porque ha de saber el Sr. Romero Robledo que las leyes del partido liberal, lo mismo la ley provincial que el reglamento de teatros, están inspirados en el espíritu del sistema represivo, y precisamente por esto esas leyes dan también, como es natural, y como debe suceder si las leyes han de ser leyes de gobierno, resortes extraordinarios para asuntos y para casos extraordinarios; y no hay caso más extraordinario, porque es único en España y fuera de ella, que el caso de que se trata. El gobernador, pues, estuvo, en su derecho, y no faltó a ninguna ley, haciendo lo que hizo, sin que esto tenga nada que ver con la previa censura ni con los sistemas preventivo y represivo. Y bueno es que advierta aquí, Sres. Diputados, que el sistema represivo, como el sistema preventivo, como todos los sistemas de procedimiento y de conducta de los Gobiernos, no pueden ser absolutos, ni son fórmulas algebraicas de las cuales no pueda salirse, porque el sistema preventivo, como el sistema represivo, llevados al extremo y a la exageración, son absurdos. El sistema preventivo, llevado al absurdo, se reduce simplemente a evitar todo uso para evitar el abuso, y entonces no hay seguridad posible, no hay tranquilidad para nada, porque es un sistema de desconfianzas que quita toda libertad, todo sosiego, y que paraliza completamente la vida. Pero también la exageración del sistema represivo tiene sus peligros y conduce al absurdo, porque exagerándose se llegaría a abandonar por completo, Sres. Diputados, hasta la vida, la propiedad y la honra de los ciudadanos, poniendo en peligro la permanencia y la seguridad de las instituciones.

Criterio del Gobierno es este punto. ¿Quiere saber S.S. cuál es, dentro del sistema represivo, el que el Gobierno profesa? Pues se lo voy a exponer a S.S., porque está escrito en una circular que hace tiempo dio el partido liberal, por conducto de un Ministro a quien S.S. no ha podido menos de aplaudir; el Sr. D. Venancio González (el Sr. Romero Robledo: Yo no le he aplaudido). Pues ha hecho mal S.S., le ha debido aplaudir. (Risas. -El Sr. Romero Robledo: Yo no, si no me gusta). Pues a mí me gusta mucho, y por eso tomo sus textos.

Hablando de los abusos que pueden cometerse en los teatros, en una circular del año 1881, que yo recomiendo al Sr. Romero Robledo para que si vuelve a ser Ministro de la Gobernación (si vuelve, que por el camino que marcha me parece que será tarde), procure imitarle, ya que se ha venido al partido liberal; en esa circular, repito, dice el Sr. D. Venancio González lo siguiente:

"En este concepto, y ateniéndose siempre al cumplimiento de la ley, cuando V. S. tuviere noticia de que en la representación de una obra dramática se infringe alguna ley o reglamento, haya o no sanción penal preestablecida para el hecho; cuando en la escena se haga o pronuncie lo que a ningún ciudadano le sería lícito exponer o practicar en cualquier otro punto o en diversa forma, no debe vacilar V. S. un momento en utilizar su intervención, impidiendo enérgicamente que el delito se consume o reproduzca?" (Rumores en los bancos de la izquierda).

Se consume o se reproduzca. (El Sr. Azcárate: ¿Por qué no lee S.S. el preámbulo? Lea S.S. la Real orden).

¿Qué quiere el Sr. Azcárate, que llevando hasta la exageración el sistema represivo, no haya más remedio que esperar a que se cometa el delito para después castigarlo? ¿Qué diría S.S. si mañana la autoridad, teniendo conocimiento de que iba a ser robada su casa, llamara a los agentes de la autoridad y les dijera: van a robar al Sr. Azcárate y quizá a asesinarle para cometer el robo, pero Vds. dejen entrar a los ladrones, porque cuidado con no hacer nada sin que se cometa delito; pero cuando hayan robado y quizá asesinado al Sr. Azcárate, entonces cogen Vds. a los delincuentes para llevarlos a los tribunales? ¿Esto es lo que quiere S.S.? (Muy bien). ¿Qué diría el Sr. Azcárate si fuese llamado por la autoridad, y la autoridad le dijera: Sr. Azcárate, el Gobierno por conducto de sus agentes tiene noticia de que esta noche va a ser Vd. robado, y acaso, acaso, para consumar el robo asesinado; pero esté Vd. tranquilo, que la autoridad tiene tomadas todas las medidas para que así que se cometa el delito, paguen su delincuencia los criminales. (Risas).

¿Pues qué diría S.S.? ¿No preguntaría si era sólo para eso para lo que servía la autoridad? ¿De qué me sirve entonces ésta? Si me matan, si queda en la orfandad mi familia, ¿qué me importa lo que después haga el Gobierno con los criminales? ¡Hasta esa exageración queréis llevar vosotros las cosas, lo cual es imposible, y no conduce más que al absurdo!

No busque el Sr. Azcárate textos, porque en último resultado, aún llevando la represión a su verdadero punto, desde el momento que hay un intento de delinquir y la autoridad lo sabe y tiene pruebas de ello, [759] basta para que la autoridad persiga y castigue el intento. Ese es represivo. Pero se afirma que el sistema represivo consiste en cruzarse de brazos, dejar que el escándalo se cometa, que el prestigio de la Reina y del Rey niño quede a los pies de un cómico en el tablado de un escenario, para después tener el gusto de castigar el delito. ¿Qué se hubiera dicho del Gobierno si tal cosa hubiese sucedido? Entonces sí que, Sres. Diputados, nos hubiera aguardado una gran interpelación del Sr. Romero Robledo; entonces sí que habría venido a decir aquí S.S. que esto no era un Gobierno liberal, sino un Gobierno descuidado, imprevisor, que no cuidaba de nada, que a ciencia y paciencia permita que los conflictos se desenvolvieran y que dejaba desamparado el prestigio de la autoridad Real. Eso nos hubiera dicho S.S. en ese caso. (El Sr. Romero Robledo: No hay tal delito). ¿Es que S.S. permitiría la representación de ese drama? (El Sr. Romero Robledo: No sólo la permitiría, sino que hasta la subvencionaría si fuera posible. -Rumores y risas).

Señor Romero Robledo, no extrañe S.S. que confunda su nombre como lo he hecho al principio de mi discurso, porque le desconozco en absoluto. ¿Bajo qué criterio permitiría S.S. la representación de ese drama? ¿Bajo el criterio conservador que hasta hace poco tiempo tuvo, o bajo el criterio liberal de que ahora presume? (El Sr. Romero Robledo: Bajo los dos). ¿Bajo los dos? Protestad, Sres. Diputados conservadores de semejante conducta que no ha sido seguida por ningún Gobierno en ningún régimen, en ningún país y en ninguna época (El Sr. Romero Robledo: Por todos. -Un señor Diputado en los bancos de la minoría conservadora: Jamás), y que únicamente seguiría S.S. que es una excepción en el mundo. (Aprobación).

Eso es lo que hacen los monárquicos, protestar como he oído hacerlo ahora; jamás exponer a la Monarquía a los peligros a que S.S. quiere exponerla.

Por lo demás, esta cuestión que discutimos no tiene nada que ver ni con el sistema represivo, ni con el sistema preventivo; el Gobierno afirma su espíritu basado en sistema represivo, como lo hace en todos los proyectos de ley que ha presentado, como lo verá S.S. perfectamente definido en un proyecto de que se dará cuenta tal vez esta misma tarde, en el proyecto de ley de asociaciones, como lo tiene aceptado en el proyecto de ley de reuniones, y como lo tiene consignado en el mismo reglamento de policía de teatros.

¿Pero qué tiene esto de común con las facultades extraordinarias que en otro caso y en otro sentido, y para hechos extraordinarios conceden las leyes? Esto no es sistema preventivo ni represivo; es el sistema de cumplir la ley, y sobre todo, un sistema de gobierno; lo que se ha hecho en este caso no es reprimir, ni prevenir, es sencillamente gobernar; que otra cosa no sería gobierno, sino abandono de los intereses más caros de la Nación al azar, a los conflictos y a la exaltación de las pasiones, provocada en un teatro; y esto no lo permitirá jamás este Gobierno.

¿Qué he de decir yo de la tercera parte del discurso del Sr. Romero Robledo? Lo ha convertido S.S. en una velada literaria, adelantando la que se anunciaba; pero con tan poca fortuna, que le valiera más a S.S. no haberlo hecho, y sobre todo, le hubiera valido más al autor del drama; porque aquí, lo que de todas maneras resulta, es que el discurso de S.S. ni a mí ni a nadie ha producido pena ninguna; al contrario, la mayoría debe estar de enhorabuena por el discurso pronunciado por el Sr. Romero Robledo, porque aparte de que ha hecho desaparecer cualquier diferencia de doctrina o de criterio que pudiera haber en ella, S.S. nos ha dado la razón.

Ya sabéis por qué no quiere que se prohíba el drama, porque le parece muy bien que salgan en los espectáculos públicos la Reina Regente, el Rey niño, la representación de todas las instituciones, el Presidente del Consejo de Ministros, los Diputados y los Senadores hasta con sus uniformes; todo esto le parece bien al Sr. Romero Robledo, y a nosotros nos parece mal. De esto resulta que nosotros sostenemos nuestra opinión y S.S. sostiene la suya, que la creo única y sola.

Los que están de pésame, paréceme que son: el Sr. Azcárate, porque por lo visto en opinión del señor Romero Robledo el Sr. Azcárate no dio gusto el último día a los señores, y el Círculo artístico literario, pues S.S. en lugar de haber venido aquí a defender su derecho en otra forma y de otro modo, cumpliendo el encargo que al parecer ha tenido por conveniente darle ese Círculo, ha convertido S.S. esta cuestión en una cuestión política, haciendo un mal tercio a aquel Centro literario. Es verdad que el Círculo no ha estado acertado, permítame S.S. que se lo diga: ha escogido un abogado que para este asunto no me parece que ha demostrado nunca ser un profesor correcto y severo de derecho constitucional; y ahí se sabe que una buena causa puede hacerla mala uno que no sea buen abogado. (Risas).

Está, pues, de pésame el Círculo artístico-literario, y está de pésame el autor del drama, porque aquí lo hemos oído, y, francamente, el efecto que nos ha hecho leído por S.S., más ha parecido de sainete que de drama, pues yo declaro que no he oído en los teatros ningún sainete que haya provocado mayor hilaridad. Entiendo que no era ese el propósito del autor del drama La piedad de una Reina, por lo que S.S. le ha hecho un flaco servicio.

Como esto no tiene ya relación alguna con el asunto que se debate, voy a concluir declarando que la cuestión no merece que se le dedique tanto tiempo como el que le ha concedido S.S., y, sobre todo, tanto tiempo como el que le he dedicado yo. En ninguna parte hubiera dado nada que decir, ni que hacer. Aquí dio lugar la otra tarde a un discurso que estuvo bien, teniendo en cuenta las ideas, la conducta y los procedimientos del Sr. Azcárate; pero después ha provocado esta tarde una discusión larga, que no está bien, dadas las opiniones y los antecedentes del Sr. Romero Robledo, y dados los precedentes de esta Cámara y la situación actual. En cualquier otro país esto hubiera pasado inadvertido: aquí no ha sido así. Cargue S.S. con esta responsabilidad, o cíñase la corona de esta gloria, si es que S.S. por gloria la tiene. Yo no envidio nada a S.S.; pero mucho menos esta gloria, que creo que no ha de ser por nada ni por nadie envidiada. (Aprobación). [760]



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